El camino para abandonar el penalismo mágico debe empezar por una estrategia de moderación penal que detraiga recursos del ámbito punitivo y los canalice hacia la protección social. Hacen falta menos castigos y más cuidados.

Se trata de una estrategia con dos componentes interrelacionados. En primer lugar, la moderación penal: reducir la población penitenciaria a la mitad mediante una reforma del Código Penal y de derogar la Ley Mordaza, reduciendo así el gasto en prisiones y burorrepresión. Esto permitiría invertir más en lo que de verdad hace falta: sanidad, educación, servicios sociales y dependencia. La segunda parte de la estrategia se basa en explorar nuevos modelos de justicia, en concreto mediante una alianza entre las propuestas de una justicia feminista y las herramientas de la justicia restaurativa.